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¿Acuerdo de Paz… o Chantaje?

La necesidad de Israel por garantizar la vida de sus ciudadanos, lo obliga a aceptar un chantaje.


Por: César Echezuría

 

Israel vive un dilema inaceptable: es muy alto el precio que hay que pagar por la liberación de los rehenes, pero es más alto el precio de no liberarlos. No cabe duda, es necesario aceptar las desmedidas y despiadadas exigencias de la organización terrorista Hamás, porque Israel debe ser fiel a sus valores fundamentales y debe defender a toda costa la vida y la seguridad de sus ciudadanos. 

Empecemos por decir que aceptar la liberación de los rehenes no es producto de un acuerdo. Es simplemente un acto delincuencial o, más fuerte aún, un acto criminal, como cuando un asaltante le dice a su víctima “la bolsa o la vida”. Y no queda más remedio que entregarle la bolsa, porque se piensa en la familia, en los huérfanos que quedarían, en las consecuencias que deberán afrontar los que queden a cargo, las carencias que tendrán, el futuro incierto que deben afrontar.

 

La vida antes que los intereses del Estado

Esto fue exactamente lo que ocurrió. Ese es el mal llamado “acuerdo” que Israel se vio abocado a firmar, porque un acuerdo es un intercambio voluntario, basado en intereses “compartidos”. Pero, en este caso, lo que existió fue la necesidad de aceptar una coerción, en la que Israel, desesperado por la necesidad de liberar a sus ciudadanos y con la presión insoportable, tanto interna como externa, se vio obligado a priorizar la vida de sus ciudadanos sobre sus objetivos estratégicos.

El Estado de Israel se vio forzado a tomar decisiones que, aunque buscan mitigar el sufrimiento inmediato, plantean grandes interrogantes sobre las graves implicaciones que estas pueden tener a largo plazo.

Es claro que esta no fue una negociación “normal” porque no se dio entre dos estados democráticos que se disputan un territorio, o dos naciones en conflicto, como ocurre entre Rusia y Ucrania. En este caso, mientras una democracia como Israel, la única del Medio Oriente, opera sujetándose a principios legales, morales y éticos, la organización terrorista Hamás recurre a tácticas como el uso de civiles como escudos humanos y a la manipulación de la opinión pública internacional. Además, todas sus acciones demuestran un total desprecio, no solo por las leyes, sino por la ética y la dignidad humana, sin que nadie en el mundo les exija actuar bajo parámetros correctos o, al menos, socialmente aceptables.

Que el mundo no solo acepte esta disparidad a la hora de negociar con los terroristas de Hamás, sino que, además, presione para que se acepten sus demandas, pone a Israel en una fuerte desventaja, ya que enfrenta a un enemigo que opera sin escrúpulos, y que en el pasado ha faltado a su palabra todas las veces que ha querido.

 

Normalizar el terrorismo

Tener que aceptar este trato, y verse obligado a hacer concesiones que implican excarcelar hasta 50 terroristas por cada rehén israelí liberado, podría llegar a tener graves consecuencias en el futuro, porque se fortalece indirectamente, no solo a Hamás, sino a otros grupos similares que quieran hacer lo mismo. Se establece así un peligroso precedente que podría legitimar el secuestro y el terrorismo como herramientas eficaces para alcanzar objetivos políticos. Y cualquier país puede terminar siendo víctima de este tipo de extorsiones.

Todo esto se agrava con la actitud permisiva de la sociedad occidental, las actuaciones contrarias al sentido común de instituciones como la Corte Penal Internacional, La Organización de las Naciones Unidas y países como Turquía y Qatar, que incluso apoyan económicamente a los terroristas de Hamás y les prestan su territorio para refugiarse y organizarse. Igualmente, la actitud de muchos “supuestos líderes” que se hacen eco y defienden toda iniciativa que vaya contra Israel y Occidente, y que ponen al mismo nivel las acciones defensivas de Israel con los ataques terroristas de Hamás. Y peor aún, la comunidad internacional y todas esas instituciones que dicen representarla, critican y condenan a quien tiene que defenderse, y victimizan al agresor.

 

Conclusión

Queda claro que las decisiones tomadas por Israel reflejan los dramáticos escenarios adversos y los dilemas que deben afrontar las democracias cuando tienen que enfrentarse a grupos terroristas que operan al margen de los marcos legales y éticos.  Y no podemos, ni debemos, olvidar nunca que estas decisiones no fueron producto de una “negociación normal”, sino que se tomaron como producto de una gran extorsión y de una presión extrema.

No se puede desconocer el gran logro que representa traer a casa a los rehenes, aun con todas las inquietudes, vicisitudes y angustias que falta soportar, pero los costos de hacer estas concesiones no pueden ser subestimados: Se comprometen los principios fundamentales de la dignidad humana y se sientan peligrosos precedentes que van a incentivar futuras extorsiones.



La Nada Creíble Paz que Firmó Hamás

 

Después de firmarse el mal llamado “acuerdo de paz” hemos visto atónitos cómo, no solo los terroristas de Hamás, sino palestinos corrientes de Gaza, han hablado acerca de lo que sigue.

Por ejemplo, Khalil al-Haya, conocido líder de Hamás, declaró una vez que se firmó el “acuerdo”: "Lo que ocurrió el 7 de octubre, un logro milagroso, seguirá siendo una fuente de orgullo para Hamás y el pueblo palestino".  Y luego prometió repetir el 7 de octubre.

Para estos terroristas despiadados, asesinar civiles en sus casas, violar mujeres, secuestrar bebés y ejecutar ancianos es “una fuente de orgullo” que buscan repetir. Que no queden dudas: eso es Hamás. Y el mundo no debe olvidar cómo comenzó esta guerra.

Otros antecedentes

Así mismo, en Gaza, una fanática madre palestina declaró tras firmarse la tregua con Israel: "Cada año habrá otro 7 de octubre. Nuestros hijos les harán daño. No les diremos la fecha exacta, pero les juro que ocurrirá".

¿No es el verdadero problema que el mundo se niegue a tomar en serio este tipo de declaraciones y las pase por alto? Ya se verán las consecuencias de esta ceguera.


El terrorista Arafat Irfaia y su joven víctima judía


En febrero de 2019, Arafat Irfaia, un musulmán palestino, secuestró, violó y decapitó a una mujer judía de 19 años. Durante su juicio, en el tribunal dijo: "Hice que mis padres se sintieran muy orgullosos al asesinar a una mujer judía" y sonrió. Pues este Irfaia fue uno de los primeros pedidos de Hamás para ser liberado. Y por este engendro, que vemos en la foto de arriba, y otros similares, liberarán, por ejemplo, a varias jóvenes violadas y a varios ancianos. O a Kfir Bibas, niño de brazos secuestrado que cumplió dos años en cautiverio, al margen de preguntas que debemos hacernos. Por ejemplo ¿ya aprendería a caminar? ¿Y a hablar? Y si aprendió ¿en qué idioma hablará a sus padres cuando los vea? ¿Cuáles serán las consecuencias sicológicas para esta pequeña criatura? O más cruel aún ¿estará vivo?

Todas estas son víctimas inocentes por las que hay que entregar cientos de terroristas. Y no sienten ninguna vergüenza al decir que es un intercambio de rehenes.

 

¿Hasta cuándo durará la paz?

Nadie duda de que la alta dirigencia israelí, y sus efectivos órganos de inteligencia, hayan contemplado de antemano todas las eventualidades que puede plantear Hamás en cada paso que da, en cada exigencia que plantea, y sabrá cómo actuar, esperar y sacar el mejor partido de cualquiera de ellas. Pero es indignante ver cómo hay que aceptar que se equiparen inocentes e indefensos niños, jóvenes y ancianos, con avezados terroristas, y pensar en las consecuencias que esto puede traer en el futuro.

Después de firmar el acuerdo de alto al fuego con Hamás, el Primer Ministro, Benjamín Netanyahu, se dirigió a la nación y prometió que, en caso de que sea necesario, volverán a retomar la lucha con fuerza renovada. Y advirtió que “no hay futuro de paz si Hamas mantiene el poder en Gaza”.

Pero, con la actitud que tienen, y las promesas de muerte que hacen, no solo los terroristas de Hamás, sino los palestinos en Gaza…  ¿se puede esperar que de verdad esta sea una paz duradera?

¿Olvidará el mundo las promesas de repetir el 7 de octubre? ¿De volverlo a hacer cada año?

Después de oír las múltiples declaraciones y amenazas, nos debemos hacer una pregunta más: Con la firma del acuerdo ¿desapareció el odio a Israel y los deseos de borrarlo del mapa?

Lo que hay que pensar es cuánto tiempo tardará Hamás en violar el acuerdo. Y estar preparados.


 

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