Noticias y Actualidad 2025
El arma en una mano, la fe en la otra: el secreto de la victoria de Israel
Por César Echezuría
Dos armaduras, un
mismo propósito
En una historia cotidiana, tan poderosa como aleccionadora, vemos la
imagen silenciosa de un reservista israelí se preparaba al amanecer. A un lado,
su pistola; al otro, su bolsa de talit y tefilín. No fue una puesta en escena.
Fue un reflejo sincero de lo que hoy late con fuerza en todo Israel: la
combinación de lo físico y lo espiritual, de la defensa con las manos y el
clamor con el alma.
Ambas cosas son necesarias. Ambas cosas son sagradas. En medio de la
guerra, se ha vuelto común repetir la frase: “Juntos venceremos”. Pero
esta unión no es solo logística ni militar. Es una unión de sentido,
de valores, de fe.
Con Adonai, no
delante ni detrás… sino al lado
Israel no está dividido entre los que luchan con armas y los que luchan
con oraciones. Todos, de una u otra forma, aportan una parte vital de la
misión:
- Algunos llevan sus tefilín al frente.
- Otros conducen tanques o aviones.
- Otros cocinan, visitan heridos, consuelan a los que lloran, o
simplemente envían un mensaje: “Estoy contigo”.
La fuerza de Israel está en esta sinfonía de cuerpos y almas, en esta
red de apoyo donde cada gesto importa. No se trata de medir qué acción vale
más, sino de reconocer que todo lo que se hace con amor y fidelidad tiene un
valor eterno.
Más que coraje:
fidelidad
Israel no ganará por ser invulnerable, ni por tener miedo. Ganará porque
no ha perdido su identidad: Es un pueblo que camina con Dios, en
medio de los escombros, con lágrimas y con esperanza.
El mensaje de la Torá es claro: “Si caminas conmigo, te daré mi
bendición” (Levítico 26:3-4).
Ese “caminar” es literal. No se trata de correr adelante ni de quedarse
rezagado. Se trata de andar junto a Adonai, confiando, obedeciendo,
sirviendo, luchando, esperando.
Reflexión final: la
victoria verdadera
Para los cristianos que amamos a Israel, esta historia nos deja una
lección tan actual como profunda. No se trata de elegir entre la acción y la
fe, sino de unirlas. No basta con orar sin actuar, ni con actuar sin
oración. Israel lo está haciendo, día a día, con dolor, pero con convicción.
El pueblo de Dios ha comprendido que la victoria no viene de la espada,
sino de la fidelidad. Y que el mayor poder no es la fuerza, sino la unidad
que nace del espíritu.
Conclusión