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Trump rediseña Medio Oriente… ¿y deja atrás a Israel?
Por: César Echezuría G.
Donald Trump ha dado un vuelco drástico a la política estadounidense en Medio Oriente. Mientras refuerza vínculos con países árabes —incluso con antiguos enemigos como Siria y Qatar—, Israel ha quedado al margen del nuevo tablero regional. ¿Es esta una traición a la “relación especial” o una estrategia calculada para contener a Irán y enfrentar a China? Lo cierto es que la alianza con Israel ya no es incuestionable, y el Estado judío deberá redefinir su rol si quiere seguir siendo parte central del nuevo orden regional.
En esta fotografía, el presidente Trump camina junto a un dron y la bandera estadounidense durante su visita a la Base Aérea de Al Udeid en Doha, Catar, el 15 de mayo de 2025. La imagen simboliza el enfoque pragmático de Trump, priorizando alianzas estratégicas con países árabes clave, como Catar, mientras Israel observa desde la periferia. Foto de: The Jerusalem Post.
Un nuevo mapa sin el viejo aliado al centro
Durante años, Donald Trump fue considerado “el mejor amigo que Israel ha tenido en la Casa Blanca”. Reconoció a Jerusalén como capital, promovió los Acuerdos de Abraham y apoyó férreamente a Netanyahu. Sin embargo, en su segundo mandato la narrativa ha cambiado. Trump no visitó Israel en su reciente gira por Medio Oriente. En su lugar, estrechó relaciones con Arabia Saudita, Qatar y Siria, negociando pactos económicos, acuerdos nucleares y hasta altos al fuego con actores considerados históricamente enemigos de Israel, como Irán, Hamás y los hutíes.
Este giro no es solo simbólico: marca una nueva arquitectura estratégica, donde el poder militar israelí ya no basta como credencial. Para Trump, lo que importa ahora es el rendimiento económico, la autosuficiencia regional y la contención de amenazas globales como China. Israel, según analistas, ha quedado “fuera de la mesa” que ayudó a construir.
¿Por qué Trump actúa así?
Trump está actuando con una lógica empresarial: no busca aliados ideológicos, sino socios útiles. El enfoque ya no gira en torno a los valores compartidos, sino a los beneficios mutuos. Por eso promueve una política de “frente común árabe” para estabilizar la región y contener a Irán, incluso si eso implica hacer concesiones al régimen sirio, suavizar sanciones y aceptar mediadores como Qatar, a pesar de sus vínculos con Hamás.
La motivación es doble: por un lado, consolidar un orden regional sin la necesidad de intervención directa de EE. UU.; por otro, reforzar el frente contra China y su avance en Asia, en energía y tecnología. En este contexto, Israel es importante… pero ya no indispensable.
La respuesta de Israel: entre la sorpresa y el aislamiento
Netanyahu ha sido tomado por sorpresa. No fue consultado sobre las negociaciones con Irán ni sobre el alto al fuego con los hutíes, aun cuando estos atacaron territorio israelí. Las negociaciones con Hamás —que llevaron en tiempo récord a la liberación del rehén estadounidense Edan Alexander— tampoco contaron con participación israelí. Incluso el plan de ayuda humanitaria a Gaza fue impuesto desde Washington, sin el consentimiento de Jerusalén.
Trump parece enviar un mensaje claro: la paz regional es prioridad, incluso si eso incomoda a Israel.
¿Y ahora qué?
Israel enfrenta una encrucijada. No puede seguir confiando en que su cercanía histórica con EE. UU. garantice apoyo automático. Para recuperar protagonismo, deberá mostrar mayor flexibilidad diplomática, ofrecer más que poder militar, y posicionarse como facilitador de estabilidad y tecnología en la región.
El liderazgo actual, sin embargo, está atrapado en una narrativa de “victoria total” que no se ajusta a los nuevos tiempos. Y esto podría aislar aún más a Israel del rediseño estratégico en curso.
Una advertencia también para los amigos de Israel
Para los cristianos que amamos y defendemos a Israel, esta situación exige discernimiento y tomar una clara posición. Apoyar a Israel significa reconocer el riesgo que implica su marginación en un momento clave, y actuar en consecuencia.
Estados Unidos puede estar girando hacia una política pragmática que ya no coloca a Israel en el centro. Y eso no solo afecta a la seguridad de Israel, sino a la estabilidad de toda la región y al lugar que han ocupado tradicionalmente los valores judeocristianos en la geopolítica global.
Hoy, más que nunca, los amigos de Israel deben alzar la voz: por su seguridad, por su derecho a existir y a no ser dejado atrás en el nuevo orden que se construye.